199 años de la batalla de Saladas

En mayo de 1818 el gobernador federal de Corriente Juan Méndez, fue depuesto por una revuelta liderada por José Vedoya. De inmediato, el Protector de la Liga de los Pueblos Libres, José Artigas, ordenó que se movilizaran tropas para recomponer la situación en la provincia. Por cercanía, el mayor peso de la campaña recayó en el ejército misionero conducido por el Comandante General de Misiones, Andrés Guacuarí. A comienzos de julio, al mando de entre 1500 y 2000 hombres, el ejército guaraní avanzó sobre Corrientes, en donde se produjo un primer choque en Ibajay, el 14 de julio.

A su encuentro salió Vedoya con las tropas locales, con las que tomó posición cerca de Saladas. En la noche del primero de agosto el ejército misionero acampó en cercanías de dicho punto y a escasa distancia del enemigo. Para entonces, Andresito contaba con una fuerza importante y una oficialidad como pocas veces antes había logrado reunir. Al incorporarse Pantaleón Sotelo, el cuerpo de oficiales se completó con Juan Abiaré, Blas Uré, Andrés Yabacú, Vicente Tiraparé, Ignacio Mbaibé, José Riveros, Francisco Sití, Manuel Cahiré y José López.

En “Andresito. Historia de un pueblo en armas” se relata el combate de Saladas, producido el 2 de agosto de 1818, de la siguiente forma:

“Algo sorprendido, Vedoya intentó un primer repliegue, pero fue forzado a presentar batalla por sus oficiales. Por lo pronto, Andresito lanzó su vanguardia al mando de José López, alias López Chico, sobre el enemigo, pero fue retenido por el fuego. De inmediato, y ya cerca de las 15, avanzó el resto del ejército misionero, quedando López a la derecha, Sotelo por la izquierda y el propio comandante por el centro. Las columnas de caballería artiguista repitieron sus tradicionales movimientos de montonera, mientras que las fuerzas correntinas buscaban un punto fijo sobre el que cargar sus fuegos. Según el relato de Pampín, los guaraníes hicieron “buenas evoluciones que maniobraban –o ejecutaban con conocimiento y prontitud–”. Ante lo cual “dieron principio algunos de los nuestros (por los correntinos) a ponerse en fuga vergonzosa, envolviendo en ella a los más de sus compañeros”.

En el centro de la posición, tan solo resistieron algunas milicias de infantería y artillería de Mburucuyá y Saladas, las que fueron diezmadas al no querer rendirse. No hay cifras exactas de bajas, pero debieron ser importantes, en especial entre los correntinos. A todo esto, Vedoya “se puso en una más que vergonzosa fuga, afirma Pampín, con abandono de todo […] y saliendo a campo afuera, huía como liebre tímida, acosada y confundida, y midiendo los peligros por su miedo, se alimentaba de funestos presagios”. La historiografía correntina nunca perdonará a Vedoya la afrenta de esta derrota ante el ejército de indios”.

Bibliografía

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