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Yemini, Alejandro
Columnista MTH

Bonpland y el mburucuyá

28 Ago. 2024 16:05 Biografías
Montevideo Bonpland
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Sello 250 años Bonpland

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Se cumplen 251 años del nacimiento de Aimé Bonpland.

Un día como el de hoy, 28 de agosto, pero del año 1773, nacía en la ciudad de La Rochelle, Francia, el médico y naturalista Amado Bonpland, quien durante más de 40 años, vivió y recorrió los países de la “Cuenca del Plata”. En el presente artículo, a modo de homenaje, vamos a revelar algunos saberes adquiridos por el sabio francés, en su primer viaje por tierras americanas, referidos a los diversos usos de la pasiflora.

La pasiflora, Passiflora caerulea, tiene varios nombres, en Sudamericana se la conoce como Mburucuyá,  Flor de Cristo, Flor de la Pasión o Pasionaria. En la actualidad, con fines medicinales, solo se consumen sus hojas en infusiones de té o mate. Es una hierba rica en alcaloides que actúan sobre el sistema nervioso central, de ahí que se la utilice como sedante para nerviosos, contra el estrés, la ansiedad y el insomnio.

Como fruto, tiene una estructura muy similar a una granada, aunque de cáscara más blanda y de menor tamaño, de allí que también se la denomine granadilla o granadilla de la nación, en referencia a que es la Flor Nacional del Paraguay. Sobre su sabor, Bonpland menciona que “produce frutos buenos para comer”. En las escuelas del Uruguay, otrora era muy frecuente cantar una canción que decía: “Mburucuyá del monte, Mburucuyá, danos tus frutos maduros color sabiá.”

Desde el punto de vista religioso, la flor del Mburucuyá está cargada de un profundo simbolismo, tal cual el testimonio que nos brinda el padre Jesuita Antonio Sepp, al desembarcar en la isla de Maldonado, a fines de marzo 1691, luego de más de dos meses de travesía por el Océano Atlántico. Al pisar la actual isla Gorriti, el sacerdote encuentra “una pasionaria, de forma especialmente espléndida. En ella se reconocían clara y distintamente, los signos de la Pasión, las cuerdas, la corona de espinas, la lanza y los tres clavos. Era la primera flor que tocó mi mano en América.” En ese mismo sentido, el poeta uruguayo Fernán Silva Valdés escribió un hermoso poema titulado la “Flor de Mburucuyá”, cuyos primeros versos se transcriben a continuación:

Me llaman la pasionaria

por los símbolos que invisto;

Soy la corona de espinas

que le pusieron a Cristo

 

En mi se ve la columna

de donde Jesús fue azotado,

y los tres clavos que hirieron

sus pies y sus dulces manos

 

Muestro así mismo las cuerdas

con que lo ataron, y luego

enseño las cinco llagas

más que de sangre, de fuego

 

Tengo el color de su carne

castigada, azul, violeta;

Yo soy la simbología

del Redentor, más perfecta

… … … … … … … … … … … … …

En parte, esto es a grandes rasgos, lo que sabemos acerca del Mburucuyá por esta zona de América del Sur. Sin embargo, en la antigua región mesoamericana, a la pasiflora le  daban otros usos. En los pueblos mexicanos prehispánicos, se la conocía con el nombre de coanenepilli, que en lengua náhualt significa “lengua de serpiente”. Según el Códice Florentino del siglo XVI, la raíz era molida y tomada como purgante y para bajar la fiebre, además de abrir el apetito y evacuar la bilis y las flemas.

El protomédico de Indias y naturalista Francisco Hernández de Toledo, expresa en el Códice: “Otra yerba medicinal que se llama coanenepilli, tiene la raíz blanca y tiesa y es algo dulce y de color moreno lo superficial y el meollo es blanco. Una de estas raíces se toma en cuatro veces para purgar y desechar los malos humores por la boca y por la cámara, bébase poca para purgar y también templa demasiado el calor”.

Más al sur, uno de los mayores peligros con que se enfrenta el hombre en la cuenca del Orinoco, refiere a las picaduras de mosquitos trasmisores de la malaria. En su travesía por dicho río Bonpland se vio afectado por esta enfermedad, la que le provocó escalofríos, dolores musculares, altas fiebres, desmayos y estados de delirio. En dicha ocasión, fue sometido a tratamientos realizados por curanderos de las tribus, los que utilizaban serpientes y hierbas medicinales, entre las que probablemente se incluyera el uso de la pasiflora, tal cual lo hacían sus vecinos mesoamericanos del norte.

Este episodio fue previo al recorrido de casi un año, realizado junto a Humboldt por México en 1803. En tal estadía, Bonpland estudió la rica tradición ancestral de la etnobotánica de ese país, por lo que años después recibe la distinción de ciudadano mexicano por parte del gobierno.

Desde su llegada en Buenos Aires en 1817, el Dr. Bonpland, ejerció la medicina y en 1820 fue nombrado profesor del Instituto Médico Militar, cargo al que accede “por su conocimiento de los tres reinos de la naturaleza y su celebridad entre los sabios de Europa”.

Posteriormente, su cautiverio de casi una década en Paraguay le permitió vivir entre los guaraníes y mostrarse muy receptivo sobre los métodos empleados en la medicina popular. Luego de liberado, se establece en San Borja, Brasil, donde crea una botica cuyo inventario era de casi 500 ítems y comprendía unas 280 drogas. Muchos de los medicamentos eran elaborados por él mismo en base a hierbas medicinales.

En sus frecuentes visitas a Montevideo, Bonpland aprovechaba para enviar muestras al Museo de Historia Natural de Paris para que realizaran ensayos científicos sobre las propiedades curativas de plantas de la región. En particular en una carta de 1842 detalla en un listado plantas medicinales extraídas de las márgenes del río Uruguay y de la Banda Oriental. Entre sus muestras, se destaca el envío de corteza de granadilla proveniente del río Uruguay, la que era utilizada contra la fiebre, a falta de quinina. De este modo se comprueba el uso del Mburucuyá como febrífugo, por parte de Bonpland, al igual que lo empleaban algunos pueblos prehispánicos de México.

En el Montevideo Colonial, buena parte de los vendedores ambulantes, provenían de  alguno de los “Treinta Pueblos” de las Misiones Jesuítico – Guaraní. Entre los tantos pregones, la curandera vendía sus yuyos al grito de: Laa… yuyera curanderaaaa ! Laa…yuyera va curá. Hay paico, guaco, Amambay. Y fresco buruguyá… Yuyito pal mal de l´ojo. Chachacoma y cambará. Laa… yuyera curanderaaaa!...La yuyera aquí tá!

En el pregón se menciona Mburucuyá en estado fresco, lo que incrementa sus potenciales usos en comparación a los conocidos con la hierba seca. ¿Será que por entonces al Mburucuyá se le daban más usos de los que conocemos en la actualidad?

Por Alejandro Yemini, especial para MTH.

REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS

  • Arbelo, Aurora y Otros: “Atlas floresta americana. Bonpland 1850: la identificación de las plantas de la materia médica misionera de Pedro Montenegro. SJ.
  • Biblioteca Digital de la Medicina Tradicional Mexicana. Acceso:

www.medicinatradicionalmexicana.unam.mx/apmtm/termino.php?l=3&t=passiflora-suberosa

  • de Asúa, Miguel: “Bonpland Médico”
  • Fogel, Ramón: “Los pueblos guaraníes en la formación de la nación paraguaya”
  • Humboldt, Alexander: “Viaje a la regiones equinocciales.”
  • La Selva: “Hierbas Medicinales”.
  • Menck Freire, Carlos y Varese, Antonio: “Viaje al antiguo Montevideo. Retrospectiva gráfico – Testimonial”.
  • Sepp, Antonio: “Relación de viaje a las misiones jesuíticas”. Tomo I

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