Bicentenario de la batalla de Apóstoles
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Si bien los invasores habían destruido la mayor parte de los pueblos y lo poco que persistía del aparato productivo local, no habían podido dar con Andresito ni vencer a su ejército. Durante las operaciones de las columnas lusitanas, cientos de guaraníes se dispersaron y fueron reagrupándose en torno a la posición del comandante general. En simultáneo, Méndez regresó a Corrientes con el grueso de sus fuerzas y estableció una política de colaboración con el indio gobernador, a quien “se le darán todos los auxilios necesarios para su conducción y resguardo”, tal la instrucción dada al Cabildo local. Además, dispuso el envío del capitán José Martín Aranda con 100 hombres hacia la frontera de ambas provincias, para actuar según las circunstancias.
Con una inesperada capacidad de recuperación, en poco tiempo el ejército misionero estaba otra vez en pie de guerra. Gracias a una ferviente actividad, Guacurarí fue reagrupando sus fuerzas en los únicos pueblos que se habían salvado de la destrucción: Apóstoles, San Carlos y San José. Para el mes de mayo, casi la totalidad del territorio estaba otra vez en manos de los guaraníes, situación que preocupó a Chagas Santos, quien de inmediato se alistó para una nueva invasión.
En junio de 1817, las primeras partidas portuguesas cruzaron el Uruguay para reforzar las cabezas de playa de los principales pasos del río, que eran asediadas por los misioneros. De inmediato, estos grupos se replegaron hacia el interior para reagruparse en Apóstoles. En virtud de ello, el jefe lusitano reunió una columna de más de 500 hombres y se internó en territorio enemigo. El objetivo era completar la tarea de enero, pero especialmente liquidar al ejército liderado por Andrés Artigas, al que ya consideraban como un peligroso líder revolucionario. De allí que entre sus tropas se destacaran los experimentados regimientos de Dragones de Río Pardo y de la Infantería de Santa Catarina.
El 2 de julio la columna llegó hasta las cercanías de Apóstoles, donde había unos 500 combatientes guaraníes, los que salieron del pueblo enarbolando una bandera encarnada en señal de guerra a muerte. Sobre el desarrollo y el resultado de la batalla de Apóstoles existen dos versiones, ambas elaboradas por los brasileños. Según el parte oficial, fue una victoria para ellos, triunfo del que no pudieron sacar mayor provecho por el desgaste de las caballadas. Según las “Memorias” de Almeyda Coelho, que Machón publicó hace un tiempo, la acción fue diferente, lo que permite reconstruir aquella batalla desde otra perspectiva y recurriendo al sentido común.
Los lusitanos desplegaron su infantería en dos columnas y no tuvieron mayores dificultades para correr a los guaraníes en campo abierto. Estos se refugiaron en el colegio y la iglesia, que habían sido acondicionados para repeler un ataque y resistir desde una fuerte posición defensiva. Y así fue. Los hombres de Chagas Santos cargaron sobre los edificios, donde se entabló un largo intercambio de fusilería. En eso estaban cuando apareció Andrés Guacurarí al frente de unos 200 jinetes, proveniente de San José. Esto obligó a desprender de las fuerzas de asedio al capitán José María Gama con un escuadrón de caballería, y se produjo un fuerte entrevero.
Según Chagas Santos, su capitán generó la huida de Andresito, al que no pudo perseguir por la carencia de caballos. De inmediato, el ejército lusitano se replegó y para el 8 de julio ya estaban nuevamente del otro lado del Uruguay. En virtud de esta presurosa retirada, que los portugueses justifican en el “tiempo lluvioso y la creciente del Uruguay”, es dable preguntarse si en verdad Apóstoles no fue, más que una victoria imperial, un claro triunfo guaraní. Si así no fuera, ¿por qué se retiraron sin tomar Apóstoles? ¿Por qué no persiguieron a los restos de la columna de Guacurarí? ¿Por qué no avanzaron sobre el cercano pueblo de San José, cuartel general del indio gobernador? En definitiva, ¿por qué abandonaron tan rápido el territorio?
Todas estas preguntas confirmarían que aquel 2 de julio, en Apóstoles, los guaraníes lograron una importante victoria sobre los invasores. En ella, habrían sufrido numerosas bajas (cercanas a la centena de muertos), pero a cambio de haber producido pérdidas importantes en el enemigo, tantos en hombres como en recursos, de forma tal de obligarlo a abandonar el terreno en una presurosa marcha de cinco días. Apóstoles significó, para aquel ejército misionero, conocer el dulce y efímero gusto de la victoria.
Camogli, Pablo, "Andresito. Historia de un pueblo en armas", Aguilar, Buenos Aires, 2015.