Capilla "Cruz de los Milagros"
Un sitio cargado de espiritualidad.
Existen lugares mágicos, otros cargados de misterio y también aquellos lugares donde por alguna razón una se siente protegida. Será la idea que nos inculcaron desde tan pequeños, o la necesidad de aferrarnos a ese concepto para poder sobrellevar los "sinsabores" de la vida. En cualquiera de estos casos, aparece la unión de cultura, Fe y tradición.
Así es que les presento a la "Capilla Cruz de los Milagros", un lugar que posee una milagrosa estructura en madera que data de más de 100 años atrás, hecha con el árbol más duro de la selva misionera, el urunday, construida con devoción y arraigo al cristianismo. Contaban los abuelos que hace mucho tiempo, cuando arriban a estas latitudes el primer contingente de inmigrantes europeos, aparecieron las pestes que iban en aumento, ante esa situación, es que piden a Dios su protección prometiendo que, si todo se calmaba, irían al medio del monte por la mejor madera y fabricarían una cruz para colocarla en el punto más alto de la ciudad, y así fue...
Muchos años después de haber comprobado que las peticiones que se hacían al pie de la misma se volvían realidad, y que si se la descuidada, algo malo pasaba, decidieron realzar su importancia. Por ello, al cumplirse 100 años de aquella llegada del primer grupo de polacos, ucranianos e italianos, allá por 1997, por iniciativa de Mincha y Franchu Tarnowski, dos feligreses muy activos de la parroquia, y con el apoyo de toda la comunidad apostoleña se logra construir la Capilla que es la unión de los dos ritos más sobresalientes de la ciudad, el latino y el bizantino.
Con una simpleza en su fachada que la vuelve muy bella, y que al estar asentada en la altura máxima de la localidad se transforma en un mirador desde donde se divisan las cúpulas de las Iglesias, como así también la prolijidad del trazado urbano que dicha ciudad posee. Un vía crucis hecho artesanalmente en hierro y un mural que plasma los diferentes períodos históricos por los que atravesó la región, aparece en escena el guaraní, el inmigrante, como así también el trabajador de la yerba mate, nuestro mensú. Un paisaje cargado de verdes y lapachos amarillos que cuando están florecidos, logran darle al lugar el toque justo de plena belleza, pero sobre todo, esa idea de saber que existe un espacio donde, sí se piden las cosas con alma y corazón y se trabaja para cumplir esos anhelos, todo se puede hacer realidad, transformándose realmente en un lugar donde se percibe una gran protección divina. El Viernes Santo, dejamos un cofre con ramitas para que cada persona que la visite pueda preparar su propia crucecita y la deposite a los pies de la cruz mayor.
Por Avelina Vizcaychipi, especial para MTH.