Los asentamientos provisorios de San Ignacio y Loreto
La historia de mudanzas de dos pueblos jesuítico-guaraníes.
En septiembre de 1631 Loreto y San Ignacio Miní debieron emigrar debido a los ataques de los bandeirantes, los cazadores de esclavos. Para obtener cierta seguridad para las comunidades había que traspasar los Saltos del Guairá. Fueron cerca de doce mil guaraníes los que se trasladaron por 1200 kilómetros de trayecto del río Paraná.
Cuando llegaron, en marzo de 1632, a la región del río donde estaban otros pueblos fundados por los jesuitas, los migrantes fueron recibidos por estas comunidades y se los asistió hasta que pudieran organizar la refundación de sus pueblos. Las reducciones de Corpus, San Ignacio Guazú y de Encarnación de Itapua les dieron parte de su cosecha.
También ayudaron las reducciones franciscanas de Caazapá y Yutí.
Los nuevos asentamientos de San Ignacio Miní y de Loreto se ubicaron a orillas del arroyo Yabebirí recién en 1635.San Ignacio estuvo al norte y Loreto al sur.
El Pueblo de Loreto se asentó en el lugar llamado el Paso, donde se cruzaba el arroyo cerca del río Paraná, y los de San Ignacio, ahora con el aditamento de Miní, “se pusieron adonde da el Yabebirí la vuelta de norte a sur”. Durante 1641 se trasladó Nuestra Señora de Loreto un poco más arriba de donde estaba “llevamos la Santa Reliquia de Nuestra Señora de Loreto al otro pueblo nuevo que poco más o menos de media legua está lejos de este pueblo de Nuestra Señora de Loreto”. En poco tiempo más también se trasladó San Ignacio Miní, que fue ubicado a una legua y media de distancia en sitio más alto, a tres leguas del río Paraná. En un Mapa, dedicado al Padre General Vincentio Carrafa, aparece Loreto y un poco más arriba San Ignacio sobre la misma margen izquierda del Arroyo Yabebirí. En 1653 Nuestra Señora de Loreto volvió al lugar llamado el Paso. En 1656 también se mudó San Ignacio Miní acercándose al Paraná. Evidentemente, en esta mudanza, se trataba de problemáticas relacionadas con los lugares donde estaban los asentamientos y no con cuestiones externas a estos dos pueblos. En el caso de Loreto y San Ignacio Miní estamos convencidos que la definitiva mudanza de estos asentamientos tendría que ver con el pleito que habían tenido durante los años 1677 y 1678. Por ello podemos interpretar que el uso de la piedra en los muros de sus templos debió haber sido una de las primeras experiencias implementadas en ese tipo constructivo.
Entre 3 y 6 años después, el Padre Thomás de Baeza escribió una carta al Padre General Thirso González, estimamos que entre 1681 y 1684, donde decía que “se fabricaban dos
hermosos templos en las doctrinas de Loreto y San Ignacio”. Desde mi punto de vista estos templos, como dato inherente a los materiales utilizados en sus muros, ya se estaban edificando en los lugares definitivos donde serían ubicados estos pueblos y el responsable de estas obras, como dice Furlong, era el Hermano Domingo de Torres.
En 1686 se mudó la gente de Nuestra Señora de Loreto adonde se venía construyendo el templo. Esta modalidad de construir el edificio sacro antes de la mudanza, lo confirma la documentación de varios pueblos como San Cosme y Jesús.
El Padre Thirso González respondió el 6 de febrero de 1689 expresando que “de los templos de Loreto, San Ignacio y Santo Tomé todo nos consuela mucho”. La gente de San Ignacio Miní recién terminó de mudarse en 1696. La idea de poner en valor estos asentamientos provisorios tiene que ver con la debida protección de los sitios para que algún día se puedan hacer excavaciones arqueológicas y se pueda conformar una historia urbana de los pueblos misioneros al servicio del conocimiento y del turismo cultural.
Por Norberto Levinton, especial para MTH.