Manuel Antonio Ramírez, el poeta maldito
Manuel Antonio Ramírez es uno de los poetas más importantes de la literatura misionera, pero su vida y, fundamentalmente, su muerte, hablan de un destino trágico.
Nuestra provincia, con sus bellezas naturales y su exhuberancia a flor de piel, ha sabido atraer la atención de gente de todo el mundo y muchos han sido los intelectuales y los artistas que se sintieron subyugados por la magnanimidad de nuestros ríos o la profundidad de nuestra selva. Uno de estos intelectuales fue Manuel Antonio Ramírez, el poeta maldito.
Manuel Antonio Ramírez nació en Buenos Aires el primero de noviembre de 1911. Descendiente de una familia relacionada con la historia de Posadas. Ramírez se radicó en nuestra provincia luego de haber pasado por las aulas de la universidad de Córdoba, en donde no terminó sus estudios de agrimensor.
Aquí, en Misiones, Ramírez se dedicó a sus tres grandes pasiones: el periodismo, la poesía y la política. Fue uno de los colaboradores más importantes del diario El Territorio en sus épocas fundacionales, cuando el diario liderado por Sesostris Olmedo realizaba una activa campaña política dentro del radicalismo yrigoyenista. También colaboró con el periódico El Imparcial, cuyo director sería el protagonista del trágico final del poeta.
La obra más reconocida de Manuel Antonio Ramírez fue en la poesía y la literatura. Allí, compartió trabajos con otros gigantes de la palabra misionera, como Lucas Braulio Areco, César Arbó y Juan Enrique Acuña. Junto a Arbó y Acuña, Ramírez elaboró el poemario Triángulo, publicado en 1936 y que es considerado como una de las mayores obras de la literatura provincial.
Con Areco, además, estableció una estrecha amistad. Es famosa la anécdota de cuando Ramírez y Areco viajaron hasta San Ignacio para conocer a Horacio Quiroga, quien desde un tiempo atrás se había radicado en aquella localidad. Dice la leyenda que “Llegaron al mediodía y con un calor de horno se dirigieron a pie hasta la casa del escritor. Los recibieron los perros, con sus ladridos. Después de un momento, apareció Quiroga con su atuendo habitual: desnudo hasta la cintura, magro y tostado, viejos pantalones descoloridos que terminaban en barrosas botas. Un sombrero de paja a la cabeza… Ambos se presentaron como periodista y poeta respectivamente. Quiroga exclamó “mal oficio eligieron. Y ahora se van porque estoy ocupado. Ya me conocieron…”.
Ramírez, enamorado del Paraná, soñó con dotar a nuestro río con algún escenario cultural que pueda integrarlo con la ciudad. Si bien no pudo conocerlo, el anfiteatro que lleva su nombre es un justo homenaje para alguien que se animó a imaginar la inimaginable.
Con la irrupción del peronismo, Ramírez se constituyó en uno de los primeros adherentes al movimiento nacional y popular que hubo en Misiones. Quizás, haya sido éste el motivo de su asesinato el 26 de noviembre de 1946, el día en que moría, en forma trágica y prematura, Manuel Antonio Ramírez, el poeta maldito.