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Haugg, Diana
Columnista MTH

“Yo hice trabajo de hombre”

15 Julio 2021 11:47 General
Yerba Mate Rural Economía Trabajo
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Tareferas

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Representaciones en torno al “trabajo” en la cosecha de yerba mate

Pensar la historia como una interrogación de las categorías analíticas del “sentido común” –de lo naturalizado, de lo que se da por supuesto y reproducido en lugar de ser examinado –nos permite dimensionar ciertas representaciones en torno al trabajo femenino en el mercado de trabajo yerbatero/cosechero. En las fuentes escritas hemos encontrado la asociación del trabajo en los yerbales con la masculinidad (por la fuerza, resistencia y aguante de los trabajadores), mientras que el cuidado de los/as hijos/as, las tareas domésticas y la “ayuda”, como femeninas. En las voces de las mujeres estas versiones se replican, como cuando comentan que han realizado “trabajos de hombres” en diferentes entrevistas.

Las afirmaciones de las tareferas no son insignificantes, y no dejan de entrañar que se presentó al primer proletariado regional –el mensú– y su sucesor histórico –el tarefero– como eminentemente masculino, como si la relación capital/trabajo en los yerbales silvestres solo creó clases masculinas. Además, el imaginario social local y las producciones académicas han fomentado, de una manera u otra, la persistencia de que la tarea de cosechar yerba, ya desde el siglo XIX, ha sido un trabajo de varones dadas las cualidades innatas y no adquiridas de la masculinidad en los obrajes yerbateros, como la fuerza, el aguante y la resistencia. No obstante dichas representaciones, las mujeres han trabajado históricamente en los yerbales, desplegando las mismas destrezas de supuesta naturalidad masculina, además del designado socialmente a su “género”.

Ante esto, debemos mencionar que en Misiones, las asociaciones del trabajo femenino con ciertas labores no son un caso natural ni aislado del mundo, sino un producto social e histórico. Ya en el siglo XIX, en Europa y Estados Unidos era frecuente que las características de los empleos y de los/as trabajadores/as se describieran en términos de género, raza y etnia.

En los periódicos de esa época, en la sección de anuncios de empleos aparecían frases como, “Se busca trabajador… no presentarse irlandeses” o “se necesitan niñas blancas formadas por familias blancas” para la manufactura textil; en cambio, para la industria tabacalera en el sur de los Estados Unidos los requisitos eran ser varón y negro, mientras que para el trabajo fabril se buscaban prioritariamente varones, o bien y en casos excepcionales, mujeres a condición de ser “solteras sin hijos, viudas, abandonadas por sus maridos o cuyos maridos sean incapaces de ganarse la vida”. Así, en pleno capitalismo industrial, era recurrente que los/as empleadores/as describieran a los empleos como si estos poseyeran en sí mismos características asociadas a uno u otro sexo, lo que llevó a la creación de una categoría de “trabajos de mujeres”. Entonces, por un lado, se distinguían las labores que requerían delicadeza, manos ágiles, paciencia o asociadas a la maternidad  como femeninas (trabajo en fábricas textiles, vestimenta, calzado, alimentos, empleadas domésticas, nodrizas, entre otros). Por otro lado, las tareas que requerían cualidades como el vigor muscular, la velocidad, la habilidad y el aguante fueron asociadas como masculinas (trabajos en minería, construcción, manufactura mecánica y astilleros, entre otros) (Scott, 1993). Claro está, que ninguna de las descripciones mencionadas cumplía una estricta regla ni era aplicada en todo el espectro de empleos.

En Argentina, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, la división sexual del trabajo con su organización espacial, jerarquías de salarios, concentración femenina y masculina en distintos sectores de los mercados de trabajo, terminó por constituir una fuerza de trabajo sexualizada, un lenguaje laboral sexuado y discriminatorio muy afianzado y reproducido. En definitiva, el mercado de trabajo yerbatero/cosechero no se encuentra exento de estas distinciones sociales basadas en supuestas habilidades genéricas.

Bibliografía:

Scott, J. (1993) “La mujer trabajadora en el siglo XIX”. En  DUBY, G. y PERROT, M. (1993): Historia de las mujeres en Occidente. Taurus, Madrid.

*Imagen: Obrero y obrera cosechando yerba mate. Archivo General de la Nación, 1926.

Por Lic. Diana Haugg, especial para MTH.

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