Cosechando miseria: la cosecha de yerba mate
El pobreza endémica en la producción primaria de yerba en Misiones
La Provincia de Misiones, por cuestiones históricas, sociales y ecológicas, abarca el 87% de la producción nacional de la yerba mate (INYM, 2021). Por esta razón, la actividad primaria del mercado yerbatero resulta de gran importancia en la provincia, movilizando año tras año un gran contingente de mano de obra: varones, mujeres e incluso, en algunas zonas, aún hoy, niños y niñas.
En ese marco, este año, se ha podido observar en diferentes medios de comunicación la referencia a un “futuro promisorio” para la región, a razón del “nuevo valor” de la hoja verde de yerba mate[1]. Sin embargo, también trascendió la preocupación de ciertos sectores, por los inconvenientes generados por la falta de mano de obra para la cosecha, a causa de la incompatibilidad del “blanqueo” de los/as trabajadores/as con los planes sociales. Ante esto, y sin detenernos en esas cuestiones, se precisa una mirada más atenta respecto al proceso de cosecha, las implicancias de la labor y los/as agentes involucrados/as en la misma.
El período de cosecha de yerba mate abarca los meses que van de abril a septiembre cuando se realiza el grueso de la cosecha y, en menor proporción, en los meses de diciembre, enero y febrero, conocida regionalmente como zafriña de verano.
Durante la zafra yerbatera se realiza una operación denominada viruteo, la cual consiste en extraer manualmente de adentro hacia afuera y de abajo hacia arriba solo las ramas finas, tratando de dejar un brote en cada rama de la planta para aumentar su productividad (15 a 20% de la cosecha). Otra parte del proceso de cosecha se conoce como corte y quiebre, en la que los/as tareferos/as cortan cuidadosamente las ramas cargadas con hojas empleando la mano, una tijera o un serrucho (de acuerdo con la disponibilidad de las herramientas y el grosor de las ramas) y se quiebran las hojas separando las más gruesas de las hojas sueltas (80 a 85% de la cosecha).
Al finalizar la cosecha de la planta, se prosigue a recolectar y acumular la yerba de manera apilada en unas bolsas de arpillera, denominadas ponchadas, para su posterior pesaje, que al unirse sus cuatro extremos forman un raído con toda la hoja verde acumulada –de 100 kilos aproximadamente–. Esos raídos son pesados y cargados en un camión que obra de medio de transporte de la materia prima hacia los secaderos y cooperativas y, hasta no hace tanto, oficiaba de único medio de transporte de los/as trabajadores/as hacia sus domicilios o el lugar de acampe. Esto sucedía cuando la cosecha tenía lugar en un yerbal alejado, entonces, los/as asalariados/as acampaban por 15 días en los yerbales a la intemperie o bajo carpas improvisadas de polietileno. Una vez en el yerbal, comenzaban a cosechar apenas había suficiente luz. El tiempo trabajado por día variaba entre 10, 12 y hasta 14 horas.
En esta actividad participan entre 15.000 y 17.000 varones, mujeres y, en ocasiones a pesar de las reglamentaciones, niños y niñas en similitud de condiciones –objetivas– de explotación, debido a su pertenencia a la clase social más vulnerable y precarizada de la cadena yerbatera.
El sujeto histórico encargado de la cosecha de yerba mate es conocido en la región como tarefero; su aparición como sucesor histórico del mensú fue en las primeras décadas del siglo XX, pero se desconoce su año exacto. Lo que sí sabemos es que a partir de la década de 1930 desplazó completamente a la figura del mensú como agente activo en la cosecha (Rau, 2005). La denominación de tarefero deviene de su función de obrero asalariado en los yerbales –arbitrariamente en masculino–, designando la labor de cosechar como tarefa, que en portugués significa “tarea”, u obra que se debe concluir en un tiempo determinado, que se hace a destajo.
Se trata de un sujeto identitario en la región y es asumido como tal por los/as asalariados/as agrícolas que se desempeñan en esta actividad, a la vez que es una identidad portadora de atributos sociales de estatus a nivel local (Rau, 2005), rígidamente ligada a la informalidad, precariedad y flexibilización laboral, desocupación oculta o subocupación en períodos interzafra. Estos/as obreros/as agrícolas son considerados “oficialmente” como peones. Esto quiere decir que se los/as identifica como trabajadores/as con escasa o nula “formación” y “habilidades”, por lo cual les son asignadas las peores tareas, en condiciones laborales paupérrimas, recibiendo los ingresos más bajos de toda la cadena productiva yerbatera; por lo mismo su nivel de vida y de consumo son extremadamente precarios.
Además, su labor y las condiciones en las que las realiza les valen un sinfín de estigmatizaciones sociales, adjetivándolos peyorativamente como “negros/as”, “sucios/as”, “indios/as”, “borrachos/as”, “malgastadores”, entre otros, debido a su ascendencia mestiza (indígena) de larga data y, por los signos que portan en sus cuerpos, los que revelan su pertenencia de clase.
En efecto, estos sujetos identitarios existen dentro de un mercado de trabajo particular y deben ser tomados como parte de un proceso complejo, una institución social con agentes (productores/as, tareferos/as, contratistas, capataces, jefes de cuadrilla, entre otros) con historias e identidades que influyen en las características peculiares del mismo y se reflejan en las trayectorias sociales dispares de toda la cadena productiva.
Bibliografía y fuente:
Rau, Víctor (2005). Los cosecheros de yerba mate. Mercado de trabajo agrario y lucha social en Misiones (tesis doctoral). Universidad de Buenos Aires, Buenos Aires, Argentina.
Instituto Nacional de la Yerba Mate (2021): “Superficies cultivadas por departamentos”. Disponible: https://inym.org.ar/descargar/publicaciones/estadisticas/2021.html
Fotografía: Localidad Santiago de Liniers, Misiones, 2020. Gentileza de Patricio Díaz.
[1] Además forman parte de ese futuro promisorio la construcción de viviendas habitables durante el período de zafra, sumadas a las pocas unidades de colectivos de tareferos/as que venían funcionando desde el 2013.