Domingo Barthe: el hombre público
El rol del empresario en la sociabilidad posadeña.
La primera mención oficial de Domingo Barthe en uno de los ámbitos del poder local como la Casa de Gobierno apareció en un decreto del Gobernador Balestra, firmado el 21 de mayo de 1895 y registrado en el libro de copiadores. El gobernador Juan Balestra y su Secretario Ángel Acuña, lo invitaron a formar parte en la organización de un programa y dirección de los festejos patrios correspondientes al 25 de mayo de ese año y a una comisión encargada de la recolección de fondos para los mismos, integrada además por “Pedro Noziglia, Ildefonso Luquese, Juan J. Olmo, Sr. Rodolfo M. Sarmiento, Pedro N. Casalás, Eduardo B. Kelly, Gerardo Artabe, Jacinto Palacín, Domingo Barthe, Demetrio Miño, José A. Mujica” a concurrir “el día de mañana a las 2 pm en los salones de la gobernación con el objeto de constituirse y dar principio a sus funciones” (A.G.M., Decretos. Tomo I, Folio 208).
En esa ocasión junto a otros empresarios también de origen inmigrante fue convocado en calidad de “ilustre ciudadano argentino” –a pesar de su condición de extranjero– para articipar “en los salones de la Gobernación con el objeto de constituirse y dar principio a sus funciones” junto a otros hombres de prestigio público en los festejos de la semana de mayo. También fueron convocados a estas fiestas patrias Jacinto Palacín, Gerardo Artabe y Pedro Casalás (empresarios españoles) probablemente por su influencia económica ligada en gran medida a su labor comercial.
Unos días después –el 30 de mayo 1895– fue mencionado nuevamente en otro decreto pero era requerido en esa ocasión para asumir a la mayor brevedad la responsabilidad de velar por la instalación de una línea telefónica que comunicara la ciudad de Posadas con los pueblos de Candelaria, Cerro Corá, Santa Ana, Loreto y San Ignacio. El apremio de la convocatoria –según el decreto– residía en que gran parte de los materiales se encontraban depositados en la gobernación y los elementos faltantes eran esperados de un momento a otro a sola confirmación por comunicación telegráfica del Inspector Nacional de Correos y Telégrafos al Gobernador. Otros miembros que formaron las comisiones eran antiguos vecinos de Trincheras de San José –entre ellos Pedro Labat, suegro de Juan Barthe, ambos reconocidos empresarios obrajeros y comerciantes–. Las comisiones para cada sección de los pueblos debían preparar los trabajos, la adquisición de los postes y su traslado a los lugares de colocación. Los integrantes de esa comisión fueron “los señores Domingo Barthe y Pedro Avalía, para esta capital; Don Carlos Bosetti y el Dr. Honorio Danereda para Candelaria, por Cerro Corá a don Fernando Gomes y don Martiniano Méndes, don Vidal M Palacios, y don José Vieira, para Santa Ana, don Carlos Grube y René Ruffignac para Loreto, y don Marcelino Bouix y Pedro Labat para San Ignacio […] las Comisiones procederán inmediatamente a organizarse y dar principio a las funciones de su cometido” (A.G.M., Decretos. Tomo I, Folio 214).
Luego de esas menciones en decretos oficiales, desapareció por unos años de los ámbitos de la Gobernación para volver a hacerse cada vez más frecuente la evocación de su nombre durante el gobierno de Juan José Lanusse, pero esta vez como un activo opositor al gobernador de Misiones y en especial al Partido Autonomista Nacional que era dirigido por el presidente Julio Argentino Roca. Entre los años 1899-1900, ocupó el cargo de Concejal en el Concejo Municipal de Posadas y su condición de inmigrante no fue un obstáculo para vincularse a los círculos de poder y la escena política. Desempeñó las funciones de cónsul de Francia en la capital misionera, a la vez que se posicionaba favorablemente en un clima de integración social y simbólica con el conjunto de las familias del elemento “sano y digno” –según las ya citadas expresiones de Adolfo Burgoing (1893)– de las que llegó a ser probablemente el miembro de mayor prestigio, dado que también realizaba importantes acciones de beneficencia. Donó además el terreno donde sería levantada la iglesia San José, antecesora de la catedral posadeña que se construiría a principios del siglo XX.
Las menciones de Domingo Barthe en los decretos oficiales de la Gobernación daban cuenta de su involucramiento en los asuntos locales y el arribo a un singular espacio del poder político ya que era convocado por el Primer Mandatario Territorial nada menos que a un acto conmemorativo de una fecha patriótica de un país que no era el suyo. Ello también suministraría algunas pistas sobre las estrategias esgrimidas por los gobernantes y el modo en que procuraban captar a los hombres de la “élite local” para acercarlos a su influencia y luego comprometerlos en acciones públicas, aunque esos momentos tal vez también fueran aprovechados por los empresarios para tejer alianzas o incluso negocios.
Los compromisos en pos del logro de mejoras para la comunidad también podrían haber sido asumidos como la ocasión en la que los hombres poderosos de la comunidad se reconocieran entre sí y potenciaran la construcción de algunas figuras carismáticas ya que las presentaciones en la escena pública les otorgaban el protagonismo en la organización de otras actividades que les servían para canalizar ese capital político hacia otros planos.
La relación del sector empresarial misionero con los magistrados locales fue bastante particular. El artículo 33 de la Ley Nacional 1532 sobre Territorios Nacionales establecía que los Jueces Letrados debían ser nombrados por el Poder Ejecutivo y según esa legislación, los Jueces Letrados eran inamovibles. Recién en 1895 el gobierno nacional modificaría un artículo y por el cual fijó el mandato de los mismos a un período de cuatro años en el ejercicio del cargo con posibilidades de reelección.
El primer magistrado fue el Dr. Darío Quiroga (1883/1896) y se mantuvo en el cargo en un período en el que fueron sucediéndose en la Gobernación –Rudecindo Roca (1881/1891), Benjamín Moritán (1891/1893) y Juan Balestra (1893/1896)–. En los quince años de ejercicio, el Juez recibió varias acusaciones que apuntaban a la utilización despótica del destacamento policial para imponerse gracias a su investidura y de haber logrado la sumisión absoluta de esa fuerza y en las situaciones en que no pudo obtener el acato de sus mandatos, ordenó la detención del jefe de policías por “insubordinación frente al juez”; al igual que se lo vinculaba con el tráfico de personas dado que “mientras estuvo allá [en Posadas] fue un traficante de niñas pobres, a las que prostituía, esclavizaba o llevaba con él a Buenos Aires”, según las expresiones de León Naboulet (1917: 18) quien descalificaba al primer Magistrado de origen sanjuanino por sus “caracteres serpentarios y de alma apagada, negra […] a quien Lombroso clasificaría económicamente entre sus caricaturas de delincuentes […] no tuvo caracteres intelectuales, sino ratonescos, bubónicos”. El Magistrado vinculó al jefe de policías con un asesinato ocurrido en las cercanías de la desembocadura del arroyo Itaembé, donde fue hallado el cuerpo de un español de apellido Arnáez y se valió de cómplices que actuaron como testigos que imputaron al jefe de policía –el Sargento Mayor Alejandro Mombello– por no lograr su sumisión y “lo mandó encarcelar por supuestos abusos de autoridad” (Naboulet, 1917: 18).
La prostitución y el contagio de enfermedades venéreas eran una preocupación para algunas autoridades, como el jefe del regimiento del batallón XII de infantería del ejército, quien en 1900 prohibió a sus subalternos concurrir a la bajada vieja lugar donde prosperaban muchos burdeles que operaban en complicidad con los conchavadores y la aprobación tácita de las autoridades, ya que la actividad era un
buen negocio funcional en la captación de mano de obra con el sistema de adelantos que endeudaba a los peones que debían saldar sus deudas en los obrajes del Alto Paraná (Véase: Aréco, 1972: 97; también Naboulet, 1917: 19) Según Naboulet (1917: 20), el magistrado apelaba a esas estrategias “para obtener influencias en los ámbitos del poder nacional ya que regalaba [mujeres] a sus amigos para hacerse de cuñas que le salvaran del incendio, del chiquero en que se revolcaba”. Los juegos de naipes, carreras de caballos y riñas de gallos formaban parte del ambiente de socialización por cuya afición el Magistrado revelaba su pasión. “Todo jugador de naipes o de carreras o de cualquier otra laya de imbecilidades –riñas de gallos, póker– tiene mucha pobreza en los sesos, muy poca alma de civilizado y es seguro que será un mal hombre y peor funcionario.” Muchos condenaban tales entretenimientos, así el diario La Verdad (1900) publicó varios artículos anónimos en abierta condena hasta que fueron prohibidos por el Gobernador Lanusse ese mismo año (Naboulet, 1917: 19. También La Verdad, 1 de marzo, 1900). Para 1883, la casi totalidad de Misiones estaba repartida en pocas manos; sin embargo, la sucesión de algunas propiedades provocó querellas que no fueron resueltas inmediatamente y “los terrenos mal adquiridos por Quiroga han originado muchísimos pleitos, ¡Que pleitos! Es lo que dejan esos vizcachones de la justicia” (Naboulet, 1917:20).
Por Dr. Alberto Alcaraz, especial para MTH.
Para más datos véase: <ALCARAZ, Alberto Daniel. (2019). La empresa Domingo Barthe: Extractivismo yerbatero-maderero en la frontera Alto Paranaense (1870- 1930). Disponible en: https://www.prometeoeditorial.com/busqueda/QWxjYXLDoXosIEFsYmVydG8gRGFuaWVs
Fuentes:
AGM. Archivo de la Gobernación de Misiones. Posadas, Serie Decretos. Tomo I, 1881-1896.
NABOULET, León. LMatea justicia en Misiones. Jean Valjeán Editor. Barcelona, 1917.