“Pobre madre, pobre obrera y pobres niños”
La tragedia de Colonia Aurora
El 2 de octubre del 2000 tuvo lugar un episodio que vendría a cubrir las primeras planas de distintos medios de comunicación: un accidente de tránsito en la ruta costera 2, conocido como “la tragedia de Colonia Aurora” porque resultaron heridas 22 personas y murieron 4. Todas estas personas viajaban en la carrocería de un camión y venían de cosechar yerba mate, es decir eran tareferos/as.
Más allá del trágico accidente, que puso luz una vez más en las condiciones históricas de vulnerabilidad social en la que se reproducían los/as asalariados/as agrícolas en el mercado laboral yerbatero/cosechero, lo que nos interesa aquí es que a partir de ese suceso, más que nunca, la interpelación hacia las trabajadoras estuvo marcada por su grado de complementariedad (“las víctimas del accidente fueron los tareferos que viajaban con mujeres y niños”), por la identificación como el sexo débil (“es lamentable que estas pobres mujeres viajen así”) y por el sensacionalismo (“…cuatro muertos, dos de ellos, una mujer y un niño, han conmocionado a la provincia”).
En la práctica, esas mujeres no eran solo “las mujeres de tareferos”, eran tareferas, aunque no figurasen en varios documentos oficiales, y a partir de ese accidente comenzaron a formar parte del “mundo tarefero”. Esas “pobres mujeres” sufrían flagelos especialmente por su condición de género y su rol de madre y, aunque no se las presentó como trabajadoras, sí se las presentó como “pobres mujeres”, madres abnegadas, sufridas y víctimas junto a los niños/as.
La estructura precaria e informal sobre la que se mantenía el mercado de trabajo cosechero/yerbatero pasó a segundo plano, la informalidad como realidad instituyente de todo el grupo y las estrategias de reproducción social que desplegaban los agentes año a año pasaron desapercibidas por enfocarse en las mujeres como seres débiles y victimizados, que conllevaba a la debilidad y descuido de otros seres, los niños y las niñas.
Los discursos de voceros médicos, políticos y periodísticos presentaron una imagen cosificada y descontextualizada del trabajo en la cosecha y de los y las agentes que la realizaban, ya que si las unidades domésticas reproducían sus vidas en condiciones de vulnerabilidad social y laboral ¿cómo los/as niños/as iban a estar exentos de los efectos de la precariedad laboral? ¿Cómo las tareferas se quedarían en su casa al cuidado de las infancias si también eran trabajadoras? ¿Por qué conmocionaría más que dos de los muertos sean una mujer y su hijo contra los otros dos muertos que fueron un padre y su hijo?
A pesar del abordaje sensacionalista que evocaban imágenes de sufrimiento de mujeres y niños/as, hubo un cambio fundamental a partir del año 2000 en relación al abordaje del mercado laboral yerbatero/cosechero respecto al período anterior puesto que ya no fue solo la voz masculina la que replicaba en los medios, sino que la voz y presencia femenina había comenzado a tenerse en cuenta.
Así, regionalmente se produjo un proceso de representación obrera/tarefera femenina. Este proceso dio lugar a una interpelación laboral maternal, en la que la maternidad era el rasgo más sobresaliente. A raíz de ello, destacamos nuevamente cómo una contralectura sobre los sucesos históricos con perspectiva de género, nos lleva a comprender mejor el pasado, pero también el presente donde hoy día la maternidad tarefera junto a las infancias son los rasgos más sobresalientes.
Fuentes hemerográficas:
Misiones Online, 3 de octubre del 2000
Misiones Online, 3 de noviembre del 2000
Misiones Online, 22 de octubre de 2001
El Territorio, 17 de octubre del 2000
Primera Edición, 3 de octubre de 2000
Primera Edición, 2 de octubre de 2016
Por Lic. Diana Haugg, especial para MTH.